"...la quimioterapia no contribuye más allá de un 2% a mejorar la supervivencia de los pacientes con cáncer..."
Un importante estudio ha sido publicado recientemente por la revista
Clinical Oncology. Este meta-análisis, titulado “La contribución de la
quimioterapia citotóxica a la supervivencia de 5 años en adultos con
tumores” (The Contribution of Cytotoxic Chemotherapy to 5-year
Survival in Adult Malignancies) ha sido realizado para cuantificar cuidadosamente los beneficios del tratamiento quimioterapéutico en adultos afectados por los cánceres
más comunes. A pesar de que el estudio ha despertado algo de atención
en Australia, país de origen de los autores del mismo, ha sido acogido
con un silencio total en el resto del mundo.
Los tres autores del estudio son oncólogos. Grame Morgan, profesor
asociado y autor principal, es radiólogo en el Hospital Royal North
Shore de Sydney. La profesora Robyn Ward es oncóloga en el Hospital
de St. Vincent, de la Universidad de New South Wales. El tercer autor
el Dr. Michael Barton es radiólogo y miembro del Collaboration for
Cancer Outcomes Research and Evaluation, del Servicio Sanitario de
Liverpool, en Sydney.
La profesora Ward también forma parte del organismo oficial
(Therapeutic Goods Authority of the Australian Federal Department of
Health and Aging) que aconseja al gobierno australiano acerca de la
conveniencia y eficacia de los fármacos que han de aparecer en la
relación del Programa de Beneficios Farmacéuticos (Pharmaceutical
Benefits Schedule), una especia de equivalente al estadounidense Food
and Drug Administration (FDA).
Su meticuloso estudio se ha basado en los análisis de los resultados
de todos los estudios clínicos randomizados (RTC) llevados a cabo en
Australia y Estados Unidos que habían indicado un incremento
significativo de 5 años en la supervivencia de adultos con cánceres
malignos, debido al uso de la quimioterapia. La información sobre
supervivencia se obtuvo de los registros sobre cáncer australianos, y
del estadounidense Instituto Nacional de Cáncer, Seguimiento de
Epidemiología y Resultados Finales (SEER), durante el período
comprendido entre enero de 1990 y enero de 2004.
Cuando los datos eran inseguros, los autores deliberadamente estimaron
en exceso los beneficios de la quimioterapia. Aun y así, el estudio ha
concluido que la quimioterapia no contribuye más allá de un 2% a
mejorar la supervivencia de los pacientes con cáncer.
Clinical Oncology. Este meta-análisis, titulado “La contribución de la
quimioterapia citotóxica a la supervivencia de 5 años en adultos con
tumores” (The Contribution of Cytotoxic Chemotherapy to 5-year
Survival in Adult Malignancies) ha sido realizado para cuantificar cuidadosamente los beneficios del tratamiento quimioterapéutico en adultos afectados por los cánceres
más comunes. A pesar de que el estudio ha despertado algo de atención
en Australia, país de origen de los autores del mismo, ha sido acogido
con un silencio total en el resto del mundo.
Los tres autores del estudio son oncólogos. Grame Morgan, profesor
asociado y autor principal, es radiólogo en el Hospital Royal North
Shore de Sydney. La profesora Robyn Ward es oncóloga en el Hospital
de St. Vincent, de la Universidad de New South Wales. El tercer autor
el Dr. Michael Barton es radiólogo y miembro del Collaboration for
Cancer Outcomes Research and Evaluation, del Servicio Sanitario de
Liverpool, en Sydney.
La profesora Ward también forma parte del organismo oficial
(Therapeutic Goods Authority of the Australian Federal Department of
Health and Aging) que aconseja al gobierno australiano acerca de la
conveniencia y eficacia de los fármacos que han de aparecer en la
relación del Programa de Beneficios Farmacéuticos (Pharmaceutical
Benefits Schedule), una especia de equivalente al estadounidense Food
and Drug Administration (FDA).
Su meticuloso estudio se ha basado en los análisis de los resultados
de todos los estudios clínicos randomizados (RTC) llevados a cabo en
Australia y Estados Unidos que habían indicado un incremento
significativo de 5 años en la supervivencia de adultos con cánceres
malignos, debido al uso de la quimioterapia. La información sobre
supervivencia se obtuvo de los registros sobre cáncer australianos, y
del estadounidense Instituto Nacional de Cáncer, Seguimiento de
Epidemiología y Resultados Finales (SEER), durante el período
comprendido entre enero de 1990 y enero de 2004.
Cuando los datos eran inseguros, los autores deliberadamente estimaron
en exceso los beneficios de la quimioterapia. Aun y así, el estudio ha
concluido que la quimioterapia no contribuye más allá de un 2% a
mejorar la supervivencia de los pacientes con cáncer.
Sin embargo, a pesar de la creciente evidencia de que la quimioterapia
no prolonga de hecho la supervivencia del enfermo, los oncólogos
continúan presentando el tratamiento como una aproximación racional y
prometedora contra el cáncer.
"Algunos médicos continúan pensando optimistamente que la
quimioterapia citotóxica mejorará significativamente la supervivencia
en el cáncer", escriben en la introducción, "La realidad, a pesar del
uso de nuevos y costosos fármacos, solos o combinados, para mejorar
los índices de respuesta es que se ha conseguido muy poco resultado
del uso de los nuevos protocolos". (Morgan 2005)
Los autores australianos prosiguen: "en el cáncer de pulmón, la
supervivencia media se ha incrementado sólo en dos meses (durante los
últimos 20 años, ed.), y el beneficio total de supervivencia de menos
del 5 por ciento se ha conseguido en el tratamiento adyuvante de
cánceres de mama, colon, cabeza y cuello".
Básicamente, los autores encontraron que la contribución de la
quimioterapia a una supervivencia superior a 5 años en adultos, era de
un 2,3 % en Australia, y de un 2,1 % en Estados Unidos. Resaltan que,
por las razones explicadas en detalle en el estudio, estas cifras
¿deberían ser vistas como el límite máximo de eficacia? (es decir, que
son un cálculo más bien optimista que pesimista).
Comprendiendo el "Riesgo Relativo" ¿cómo es posible que a los pacientes se les ofrezca rutinariamente el tratamiento quimioterapéutico, cuando los beneficios obtenidos son tan
insignificantes? En su discusión, los autores citan la tendencia por
parte de la profesión médica, de presentar los beneficios de la
terapia en términos estadísticos que, aunque técnicamente correctos, raramente son comprendidos por el paciente.
Por ejemplo, con frecuencia los oncólogos expresan los beneficios de
la quimioterapia en términos de lo que se llama "riesgo relativo", en
lugar de proporcionar información lisa y llana del porcentaje de
supervivencia total. El riesgo relativo es una jerga estadística que
permite presentar el beneficio de recibir una intervención médica de
manera que, aunque técnicamente correcta, tiene el efecto de hacer que
la intervención parezca mucho más beneficiosa de lo que realmente es.
Si recibir un tratamiento hace que el riesgo del paciente descienda de
un 4 % a un 2 %, esto puede ser expresado como un descenso del riesgo
relativo del 50%. Es un valor nominal que suena bien. Pero otra
manera de expresarlo, igualmente válida, es decir que ofrece un 2% de
reducción del riesgo absoluto, lo que resulta menos probable que
convenza a los pacientes para que se apliquen el tratamiento.
Los pacientes no son los únicos a los que se confunde con el uso
excesivo del riesgo relativo cuando se informa de los resultados de la
intervención médica. Varios estudios han demostrado que también los
médicos resultan frecuentemente confundidos con estos trucos
estadísticos. Según uno de tales estudios, publicado por la revista
British Medical Journal, la percepción del médico sobre la efectividad
de los fármacos, y su decisión de recetarlos, está influenciada
significativamente por la manera en que se le presentan las pruebas
clínicas de estos fármacos. Cuando los resultados están expresados
como una reducción del riesgo relativo, los médicos creen que el
fármaco es mucho más eficaz, y están mucho más propensos a su
prescripción que cuando los mismos resultados son presentados como una
reducción del riesgo absoluto (Bucher 1994).
Otro estudio, publicado en la revista Journal of Clinical Oncology ha
demostrado que la forma en que se presentan los beneficios de
supervivencia influencia específicamente las decisiones de los
oncólogos para que recomienden la quimioterapia. Dado que un 80% de
pacientes eligen seguir la recomendación de sus oncólogos, la forma en
que el oncólogo percibe y transmite los beneficios del tratamiento es
de vital importancia. El estudio ha demostrado que, cuando se
proporciona a los médicos los valores de riesgo relativo de un
tratamiento quimioterapéutico, están más dispuestos a recomendarlo a
sus pacientes que cuando se les da la misma información matemática,
expresada como una reducción del riesgo absoluto (Chao 2003).
La manera en que se presenta la información clínica en la literatura
profesional tiene por tanto una clara e importante influencia en la
recomendación de tratamiento que el oncólogo efectúa. Como ejemplo, un
fármaco presentado como que reduce la recidiva del cáncer en un 50% es
probable que atraiga la atención y el respeto tanto del oncólogo como
del paciente, aunque el riesgo absoluto de que prevenga esa
reincidencia pueda ser bajo, quizá sólo del orden de un 2 ó 3 por
ciento, y la reducción del riesgo absolutao inconmensurablemente
pequeña.
A su favor, los autores australianos del estudio sobre la efectividad
de la quimioterapia dirigen el tema del riesgo relativo contra el
riesgo absoluto. Sugieren que el abismo aparente entre la percepción
pública de la efectividad quimioterapéutica, y los registros actuales
de su mediocre actividad pueden ser ampliamente atribuidos a la
tendencia, tanto de los medios informativos como de la profesión
médica, para expresar su eficacia en términos de riesgo relativo en
lugar de riesgo absoluto.
Tal como escriben los autores: “la mínima repercusión en la
supervivencia de los cánceres más comunes choca con la percepción de
muchos pacientes, que sienten que están recibiendo un tratamiento que
incrementará significativamente sus posibilidades de curación. En
parte esto representa que se presenta la información como una
reducción del riesgo, en vez de cómo un beneficio absoluto de
supervivencia, y que se exagera los coeficientes de respuesta
incluyendo la estabilización de la enfermedad”.
Como ejemplo de cuán sobre valorada está la quimioterapia, citan el no prolonga de hecho la supervivencia del enfermo, los oncólogos
continúan presentando el tratamiento como una aproximación racional y
prometedora contra el cáncer.
"Algunos médicos continúan pensando optimistamente que la
quimioterapia citotóxica mejorará significativamente la supervivencia
en el cáncer", escriben en la introducción, "La realidad, a pesar del
uso de nuevos y costosos fármacos, solos o combinados, para mejorar
los índices de respuesta es que se ha conseguido muy poco resultado
del uso de los nuevos protocolos". (Morgan 2005)
Los autores australianos prosiguen: "en el cáncer de pulmón, la
supervivencia media se ha incrementado sólo en dos meses (durante los
últimos 20 años, ed.), y el beneficio total de supervivencia de menos
del 5 por ciento se ha conseguido en el tratamiento adyuvante de
cánceres de mama, colon, cabeza y cuello".
Básicamente, los autores encontraron que la contribución de la
quimioterapia a una supervivencia superior a 5 años en adultos, era de
un 2,3 % en Australia, y de un 2,1 % en Estados Unidos. Resaltan que,
por las razones explicadas en detalle en el estudio, estas cifras
¿deberían ser vistas como el límite máximo de eficacia? (es decir, que
son un cálculo más bien optimista que pesimista).
Comprendiendo el "Riesgo Relativo" ¿cómo es posible que a los pacientes se les ofrezca rutinariamente el tratamiento quimioterapéutico, cuando los beneficios obtenidos son tan
insignificantes? En su discusión, los autores citan la tendencia por
parte de la profesión médica, de presentar los beneficios de la
terapia en términos estadísticos que, aunque técnicamente correctos, raramente son comprendidos por el paciente.
Por ejemplo, con frecuencia los oncólogos expresan los beneficios de
la quimioterapia en términos de lo que se llama "riesgo relativo", en
lugar de proporcionar información lisa y llana del porcentaje de
supervivencia total. El riesgo relativo es una jerga estadística que
permite presentar el beneficio de recibir una intervención médica de
manera que, aunque técnicamente correcta, tiene el efecto de hacer que
la intervención parezca mucho más beneficiosa de lo que realmente es.
Si recibir un tratamiento hace que el riesgo del paciente descienda de
un 4 % a un 2 %, esto puede ser expresado como un descenso del riesgo
relativo del 50%. Es un valor nominal que suena bien. Pero otra
manera de expresarlo, igualmente válida, es decir que ofrece un 2% de
reducción del riesgo absoluto, lo que resulta menos probable que
convenza a los pacientes para que se apliquen el tratamiento.
Los pacientes no son los únicos a los que se confunde con el uso
excesivo del riesgo relativo cuando se informa de los resultados de la
intervención médica. Varios estudios han demostrado que también los
médicos resultan frecuentemente confundidos con estos trucos
estadísticos. Según uno de tales estudios, publicado por la revista
British Medical Journal, la percepción del médico sobre la efectividad
de los fármacos, y su decisión de recetarlos, está influenciada
significativamente por la manera en que se le presentan las pruebas
clínicas de estos fármacos. Cuando los resultados están expresados
como una reducción del riesgo relativo, los médicos creen que el
fármaco es mucho más eficaz, y están mucho más propensos a su
prescripción que cuando los mismos resultados son presentados como una
reducción del riesgo absoluto (Bucher 1994).
Otro estudio, publicado en la revista Journal of Clinical Oncology ha
demostrado que la forma en que se presentan los beneficios de
supervivencia influencia específicamente las decisiones de los
oncólogos para que recomienden la quimioterapia. Dado que un 80% de
pacientes eligen seguir la recomendación de sus oncólogos, la forma en
que el oncólogo percibe y transmite los beneficios del tratamiento es
de vital importancia. El estudio ha demostrado que, cuando se
proporciona a los médicos los valores de riesgo relativo de un
tratamiento quimioterapéutico, están más dispuestos a recomendarlo a
sus pacientes que cuando se les da la misma información matemática,
expresada como una reducción del riesgo absoluto (Chao 2003).
La manera en que se presenta la información clínica en la literatura
profesional tiene por tanto una clara e importante influencia en la
recomendación de tratamiento que el oncólogo efectúa. Como ejemplo, un
fármaco presentado como que reduce la recidiva del cáncer en un 50% es
probable que atraiga la atención y el respeto tanto del oncólogo como
del paciente, aunque el riesgo absoluto de que prevenga esa
reincidencia pueda ser bajo, quizá sólo del orden de un 2 ó 3 por
ciento, y la reducción del riesgo absolutao inconmensurablemente
pequeña.
A su favor, los autores australianos del estudio sobre la efectividad
de la quimioterapia dirigen el tema del riesgo relativo contra el
riesgo absoluto. Sugieren que el abismo aparente entre la percepción
pública de la efectividad quimioterapéutica, y los registros actuales
de su mediocre actividad pueden ser ampliamente atribuidos a la
tendencia, tanto de los medios informativos como de la profesión
médica, para expresar su eficacia en términos de riesgo relativo en
lugar de riesgo absoluto.
Tal como escriben los autores: “la mínima repercusión en la
supervivencia de los cánceres más comunes choca con la percepción de
muchos pacientes, que sienten que están recibiendo un tratamiento que
incrementará significativamente sus posibilidades de curación. En
parte esto representa que se presenta la información como una
reducción del riesgo, en vez de cómo un beneficio absoluto de
supervivencia, y que se exagera los coeficientes de respuesta
incluyendo la estabilización de la enfermedad”.
tratamiento del cáncer de mama. En Australia, en 1998, de un total de
10.661 mujeres diagnosticadas de cáncer de mama, 4.638 fueron
consideradas aptas para recibir quimioterapia. De esas 4.638 mujeres,
sólo 164 (un 3,5%) obtuvieron realmente algún tipo de beneficio de la
quimioterapia. Tal como señalan los autores, el uso de los recientes
protocolos quimioterapéuticos, que incluyen los taxanos y las
antraciclinas (Adriamicina, Daunomicina, Idarubicina, Mitoxantrone)
para el cáncer de mama, pueden elevar la supervivencia en un
porcentaje adicional estimado de 1%, aunque esto se consigue a
expensas de incrementar el riesgo de toxicidad cardíaca y del sistema
nervioso.
“Tampoco existe evidencia convincente”, escriben, “de que la
utilización de protocolos con drogas más nuevas y costosas sea mucho
más beneficioso que los protocolos utilizados en los años 70”. Añaden
que dos revisiones sistemáticas de las evidencias no habían sido
capaces de demostrar ninguna ventaja de supervivencia por
quimioterapia en el cáncer de mama recurrente o metastásico.
Otro factor que ensombrece el tema es la creciente tendencia de
utilizar en las pruebas clínicas lo que llaman "surrogate end points"
como criterio por el que medir la efectividad de un protocolo
quimioterapéutico. Eso en lugar de utilizar las únicas medidas reales
que interesan a los pacientes: la prolongación de vida desprendida de
la supervivencia total, y una mejor calidad de vida. Surrogate end
points tales como "la supervivencia sin progresión", "la supervivencia
sin enfermedad", o la "supervivencia sin recurrencia", pueden reflejar
tan sólo treguas temporales en la progresión de la enfermedad. Esta
estabilización temporal de la enfermedad, si es que acaba ocurriendo,
apenas dura como mucho algunos pocos meses. Lo típico es que el cáncer
regrese, a veces con vigor renovado, y la supervivencia no resulte más
larga tras esas intervenciones. Sin embargo, los ensayos en los que se
informa en términos de surrogate end points pueden crear la ilusión de que las vidas de los pacientes desesperadamente enfermos quedarán alargadas de forma significativa, o
que serán más llevaderas gracias a la quimioterapia, cuando en
realidad no es el caso.
En resumen, lo que los autores declaran es:
"La introducción de quimioterapia citotóxica para tumores sólidos, y
el establecimiento de la sub-especialidad de oncología médica, han
sido aceptados como un avance en la gestión del cáncer. Sin embargo, a
pesar de las reivindicaciones del principio señalando a la quimioterapia como la panacea en la curación de todos los cánceres, el resultado de la quimioterapia citotóxica queda limitado a pequeños sub-grupos de pacientes y ocurre principalmente en los tumores menos
habituales".
Hilando fino...
Ante la naturaleza altamente polémica de los hallazgos de este
estudio, lo que cabría esperar es que hubiera recibido una vasta
atención internacional. En lugar de eso, la reacción de los medios
informativos quedó ampliamente limitada al país natal de los autores:
Australia. El estudio casi no recibió difusión en Estados Unidos. De
hecho, a pesar de que el documento apareció en diciembre del 2004,
fue de escasa difusión incluso en los antípodas. Los autores fueron
entrevistados por la ABC (Australian Broadcasting Corporation) para el
programa Informe sobre Salud en abril del 2005. Pero este decisivo
informe no llegó a la atención de la mayoría de médicos hasta que un
revista de práctica médica de gran difusión, el Australian Prescriber,
escribió una editorial sobre el estudio a principios del 2006.
En el programa Informe sobre Salud de la ABC, el Profesor Morgan,
principal autor del estudio, reiteró las conclusiones del mismo en el
sentido de que la quimioterapia había sido sobre valorada, y señalaba
al factor de que la reducción de riesgo relativo está siendo utilizado
como criterio de eficacia, con sus engañosas diferencias de
porcentajes elevados.
Como contrapartida, el moderador Norman Swan entrevistó al Profesor
Michael Boyer, jefe de oncología médica del Hospital Australia's Royal
Prince Albert de Sydney. Incapaz de negar la validez de los hallazgos
esenciales del estudio, el Profesor Boyer intentó desprestigiar la
metodología de los autores. Sugirió que la cifra de eficacia de la
quimioterapia era algo más elevada de lo que el estudio concluía.
Incluso así, cuando se le apremió dijo que la cifra más favorable que
podía proponer era de que la quimioterapia realmente podía ser
efectiva en un 5 ó 6% de casos (en vez de alrededor de un 2%).
Cuando fue entrevistado por el Australian Prescriber, el profesor
Boyer comentó igualmente: "Si empiezas diciendo cuánto aporta la
quimioterapia en las personas sobre las que realmente podrías
utilizarla, las cifras suben hasta un 5% o un 6%" (Segelov 2006).
En mi opinión, esta puntualización se carga a la quimioterapia a
través de una alabanza timorata. En realidad viene a confirmar el
mensaje central del estudio de los tres críticos. Si la mejor defensa
de la quimioterapia que la oncología ortodoxa puede aportar es que
puede realmente ser efectiva sobre un 5 ó 6 % de pacientes con cáncer,
en lugar de tan sólo un 2%, probablemente haya llegado el momento de
una reconsideración radical sobre el extendido uso de esta tóxica
modalidad de tratamiento del cáncer. Tanto la cifra del 2 como del 6%
son un impacto para muchos de los pacientes a los que se ofrece este
tipo de tratamiento, y debería generar serias dudas en las mentes de
los oncólogos acerca de la ética de ofrecer la quimioterapia sin
explícitamente alertar a los pacientes sobre sus pocas perspectivas de
éxito.
Fue también sorprendente que el ortodoxo Prof. Boyer se quejara que
uno de los mayores puntos flacos del estudio fuera que insistía en
medir los beneficios absolutos en lugar de los relativos. Preguntado
por el entrevistador si no existía violación de consentimiento
informado implícita en la manera en que los beneficios del tratamiento
se presentaban habitualmente, el Prof. Boyer defendió el uso de la
reducción del riesgo relativo porque suena más impresionante:
"Uno de los problemas de este documento (Morgan ed.) es su utilización
de los beneficios absolutos en vez de los beneficios relativos",
protestó, "los beneficios relativos es casi una reducción de un tercio
en su riesgo de muerte".
Desde luego esto es la otra cara del argumento que presentaban los
autores del estudio, que demostraban claramente la engañosa naturaleza
de la reducción de riesgo relativo como manera de describir la
eficacia de la quimioterapia.
Surgen otros críticos...El profesor Morgan y sus colegas australianos no son los únicos que
critican el extendido uso del riesgo relativo para inflar la eficacia
de un tratamiento. En estos últimos años se han alzado otras voces en relación sobre esta
tendencia. Por ejemplo, en una carta al editor de la revista de
práctica médica American Family Physician, James McCormack, Doctor en
Farmacia y miembro de la facultad de Ciencias Farmacéuticas de la
Universidad de British Columbia, hizo la misma observación en relación
al riesgo relativo contra el riesgo absoluto, con gran claridad.
El Dr. McCormack tomó como ejemplo las recetas del fármaco
bisfosfonato para el tratamiento y prevención de la osteoporosis? pero
sus comentarios se aplican de forma idéntica a la utilización de
fármacos anticancerígenos. La revista en cuestión había escrito que
uno de estos fármacos obtenía casi "un 50% de disminución"? en el
riesgo de nuevas fracturas. El Dr. McCormack, como si se dirigiera a
un paciente hipotético, reinterpretó esta afirmación en términos de
riesgo absoluto: "Sra. Jones, su riesgo de desarrollar una fractura en
los próximos tres años es aproximadamente de un 8 %. Si se toma
diariamente un fármaco durante los próximos tres años, este riesgo
puede reducirse de un 8 $ hasta un 5%, o sea una diferencia de apenas
un 3%". Desde luego, esto suena menos impresionante que decir que el
fármaco disminuye el riesgo de fractura a casi la mitad, incluso
aunque ambas sean maneras matemáticas correctas de expresar el
beneficio a obtener con la terapia.
Las buenas y malas noticias...Las noticias relativas a los tratamientos convencionales del cáncer
parecen ser de dos clases: buenas y malas. Las buenas noticias, en el
sentido de que los tratamientos convencionales funcionan bien, a
menudo generan una cobertura de prensa a nivel general, y
declaraciones entusiastas por parte de los funcionarios sanitarios.
Por otro lado, las malas noticias, del tipo de que los tratamientos
convencionales generalmente han sido sobre publicitados, habitualmente
vienen y se van pasando inadvertidas, sin merecer de cualquier manera
la atención de los medios informativos.
Un ejemplo del primer tipo es el reciente anuncio de que por primera
vez en 70 años, el número absoluto de muertes por cáncer en Estados
Unidos había descendido. Andrew C. von Eschenbach, doctor en medicina
y director del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de EE.UU., denominó
a esto "la noticia del momento". De igual manera, el Dr. Michael Thun,
jefe de investigación epidemiológica de la American Cancer Society,
dijo que era "un hito notable". En realidad, ¿cuán importante era este
celebrado descenso? Tal como informamos en una carta reciente, la
cifra real de descenso de muertes fue de 370. De las 557.272 acaecidas
en el 2003 se pasó a 556.902 en el 2004. Expresado como un porcentaje
del total, representa un descenso del 0,066 % (apenas siete centésimas
por ciento).
Contrastando con esta cobertura desbordante de entusiasmo por tan
diminuta mejora en el índice anual de mortandad por cáncer está el
silencio casi total de los medios informativos (por lo menos en
Norteamérica) sobre este estudio crítico australiano. Y sin embargo,
nada puede empañar el hecho de que la quimioterapia, para más
indicaciones, tiene mucha menos efectividad de lo que se hace creer al
público. El Dr. Morgan y sus colegas merecen la gratitud de todos los
lectores por haber sacado esto a luz para sus colegas de todo el mundo.Ralph W. Moss, Ph.D.
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