viernes, 10 de febrero de 2012

ONCÓLOGOS AUSTRALIANOS CRITICAN LA QUIMIOTERAPIA

Fuente:  Ralph Moss, Ph.D. - www.ralphmoss.com/   (Newsletter nº 226  del 05-03-2006  - Newsletter del 12-06-2006)
"...la quimioterapia no contribuye más allá de un 2% a  mejorar la supervivencia de los pacientes con cáncer..."
Un importante estudio ha sido publicado recientemente por la revista 
Clinical Oncology. Este meta-análisis, titulado “La contribución de la 
quimioterapia citotóxica a la supervivencia de 5 años en adultos con 
tumores” (The Contribution of Cytotoxic Chemotherapy to 5-year 
Survival in Adult Malignancies) ha sido realizado para cuantificar cuidadosamente los beneficios del  tratamiento quimioterapéutico en adultos afectados por los cánceres 
más comunes. A pesar de que el estudio ha despertado algo de atención 
en Australia, país de origen de los autores del mismo, ha sido acogido 
con un silencio total en el resto del mundo.

Los tres autores del estudio son oncólogos. Grame Morgan, profesor 
asociado y autor principal, es radiólogo en el Hospital Royal North 
Shore de Sydney. La profesora  Robyn Ward es oncóloga en el Hospital 
de St. Vincent, de la Universidad de New South Wales. El tercer autor 
el Dr. Michael Barton es radiólogo y miembro del Collaboration for 
Cancer Outcomes Research and Evaluation, del Servicio Sanitario de 
Liverpool, en Sydney.

La profesora Ward también forma parte del organismo oficial 
(Therapeutic Goods Authority of the Australian Federal Department of 
Health and Aging) que aconseja al gobierno australiano acerca de la 
conveniencia y eficacia de los fármacos que han de aparecer en la 
relación del Programa de Beneficios Farmacéuticos (Pharmaceutical 
Benefits Schedule), una especia de equivalente al estadounidense Food 
and Drug Administration (FDA).

Su meticuloso estudio se ha basado en los análisis de los resultados 
de todos los estudios clínicos randomizados (RTC) llevados a cabo en 
Australia y Estados Unidos  que habían indicado un incremento 
significativo de 5 años en la supervivencia de adultos con cánceres 
malignos, debido al uso de la quimioterapia. La información sobre 
supervivencia se obtuvo de los registros sobre cáncer australianos, y 
del estadounidense Instituto Nacional de Cáncer, Seguimiento de 
Epidemiología y Resultados Finales (SEER), durante el período 
comprendido entre enero de 1990 y enero de 2004.

Cuando los datos eran inseguros, los autores deliberadamente estimaron 
en exceso los beneficios de la quimioterapia. Aun y así, el estudio ha 
concluido que la quimioterapia no contribuye más allá de un 2% a 
mejorar la supervivencia de los pacientes con cáncer.
Sin embargo, a pesar de la creciente evidencia de que la quimioterapia 
no prolonga de hecho la supervivencia del enfermo, los oncólogos 
continúan presentando el tratamiento como una aproximación racional y 
prometedora contra el cáncer.

"Algunos médicos continúan pensando optimistamente que la 
quimioterapia citotóxica mejorará significativamente la supervivencia 
en el cáncer", escriben en la introducción, "La realidad, a pesar del 
uso de nuevos y costosos fármacos, solos o combinados, para mejorar 
los índices de respuesta es que se ha conseguido muy poco resultado 
del uso de los nuevos protocolos". (Morgan 2005)

Los autores australianos prosiguen: "en el cáncer de pulmón, la 
supervivencia media se ha incrementado sólo en dos meses (durante los 
últimos 20 años, ed.), y el beneficio total de supervivencia de menos 
del 5 por ciento se ha conseguido en el tratamiento adyuvante de 
cánceres de mama, colon, cabeza y cuello".

Básicamente, los autores encontraron que la contribución de la 
quimioterapia a una supervivencia superior a 5 años en adultos, era de 
un 2,3 % en Australia, y de un 2,1 % en Estados Unidos. Resaltan que, 
por las razones explicadas en detalle en el estudio, estas cifras 
¿deberían ser vistas como el límite máximo de eficacia? (es decir, que 
son un cálculo más bien optimista que pesimista).

Comprendiendo el "Riesgo Relativo" ¿cómo es posible que a los pacientes se les ofrezca rutinariamente el tratamiento quimioterapéutico, cuando los beneficios obtenidos son tan 
insignificantes? En su discusión, los autores citan la tendencia por 
parte de la profesión médica, de presentar los beneficios de la 
terapia en términos estadísticos que, aunque técnicamente correctos, raramente son comprendidos por el paciente.

Por ejemplo, con frecuencia los oncólogos expresan los beneficios de 
la quimioterapia en términos de lo que se llama "riesgo relativo", en 
lugar de proporcionar información lisa y llana del porcentaje de 
supervivencia total. El riesgo relativo es una jerga estadística que 
permite presentar el beneficio de recibir una intervención médica de 
manera que, aunque técnicamente correcta, tiene el efecto de hacer que 
la intervención parezca mucho más beneficiosa de lo que  realmente es. 
Si recibir un tratamiento hace que el riesgo del paciente descienda de 
un 4 % a un 2 %, esto puede ser expresado como un descenso del riesgo 
relativo del 50%.  Es un valor nominal que suena bien.  Pero otra 
manera de expresarlo, igualmente válida, es decir que ofrece un 2% de 
reducción del riesgo absoluto,  lo que resulta menos probable que 
convenza a los pacientes para que se apliquen el tratamiento.

Los pacientes no son los únicos a los que se confunde con el uso 
excesivo del riesgo relativo cuando se informa de los resultados de la 
intervención médica. Varios estudios han demostrado que también los 
médicos resultan frecuentemente confundidos con estos trucos 
estadísticos.  Según uno de tales estudios,  publicado por la revista 
British Medical Journal, la percepción del médico sobre la efectividad 
de los fármacos, y su decisión de recetarlos, está influenciada 
significativamente por la manera en que se le presentan las pruebas 
clínicas de estos fármacos. Cuando los resultados están expresados 
como una reducción del riesgo relativo, los médicos creen que el 
fármaco es mucho más eficaz, y están mucho más propensos a su 
prescripción que cuando los mismos resultados son presentados como una 
reducción del riesgo absoluto (Bucher 1994).

Otro estudio, publicado en la revista Journal of Clinical Oncology  ha 
demostrado que la forma en que se presentan los beneficios de 
supervivencia influencia específicamente las decisiones de los 
oncólogos para que recomienden la quimioterapia. Dado que un 80% de 
pacientes eligen seguir la recomendación de sus oncólogos, la forma en 
que el oncólogo percibe y transmite los beneficios del tratamiento es 
de vital importancia. El estudio ha demostrado que, cuando se 
proporciona a los médicos los valores de riesgo relativo de un 
tratamiento quimioterapéutico, están más dispuestos a recomendarlo a 
sus pacientes que cuando se les da la misma información matemática, 
expresada como una reducción del riesgo absoluto (Chao 2003).

La manera en que se presenta la información clínica en la literatura 
profesional tiene por tanto una clara e importante influencia en la 
recomendación de tratamiento que el oncólogo efectúa. Como ejemplo, un 
fármaco presentado como que reduce la recidiva del cáncer en un 50% es 
probable que atraiga la atención y el respeto tanto del oncólogo como 
del paciente, aunque el riesgo absoluto de que prevenga esa 
reincidencia pueda ser bajo, quizá sólo del orden de un 2 ó 3 por 
ciento, y la reducción del riesgo absolutao inconmensurablemente 
pequeña.

A su favor, los autores australianos del estudio sobre la efectividad 
de la quimioterapia dirigen el tema del riesgo relativo contra el 
riesgo absoluto. Sugieren que el abismo aparente entre la percepción 
pública de la efectividad quimioterapéutica, y los registros actuales 
de su mediocre actividad pueden ser ampliamente atribuidos a la 
tendencia, tanto de los medios informativos como de la profesión 
médica, para expresar su eficacia en términos de riesgo relativo en 
lugar de riesgo absoluto.

Tal como escriben los autores: “la mínima repercusión en la 
supervivencia de los cánceres más comunes choca con la percepción de 
muchos pacientes, que sienten que están recibiendo un tratamiento que 
incrementará significativamente sus posibilidades de curación. En 
parte esto representa que se presenta la información como una 
reducción del riesgo, en vez de cómo un beneficio absoluto de 
supervivencia, y que se exagera los coeficientes de respuesta 
incluyendo la estabilización de la enfermedad”.
Como ejemplo de cuán sobre valorada está la quimioterapia, citan el 
tratamiento del cáncer de mama. En Australia, en 1998, de un total de 
10.661 mujeres diagnosticadas de cáncer de mama, 4.638 fueron 
consideradas aptas para recibir quimioterapia. De esas 4.638 mujeres, 
sólo 164 (un 3,5%) obtuvieron realmente algún tipo de beneficio de la 
quimioterapia. Tal como señalan los autores, el uso de los recientes 
protocolos quimioterapéuticos, que incluyen los taxanos y las 
antraciclinas (Adriamicina, Daunomicina, Idarubicina, Mitoxantrone) 
para el cáncer de mama, pueden elevar la supervivencia en un 
porcentaje adicional estimado de 1%, aunque esto se consigue a 
expensas de incrementar el riesgo de toxicidad cardíaca y del sistema 
nervioso.

“Tampoco existe evidencia convincente”, escriben, “de que la 
utilización de protocolos con drogas más nuevas y costosas sea mucho 
más beneficioso que los protocolos utilizados en los años 70”.  Añaden 
que dos revisiones sistemáticas de las evidencias no habían sido 
capaces de demostrar ninguna ventaja de supervivencia por 
quimioterapia en el cáncer de mama recurrente o metastásico.
Otro factor que ensombrece el tema es la creciente tendencia de 
utilizar en las pruebas clínicas lo que llaman "surrogate end points" 
como criterio por el que medir la efectividad de un protocolo 
quimioterapéutico. Eso en lugar de utilizar las únicas medidas reales 
que interesan a los pacientes: la prolongación de vida desprendida de 
la supervivencia total, y una mejor calidad de vida. Surrogate end 
points tales como "la supervivencia sin progresión", "la supervivencia 
sin enfermedad", o la "supervivencia sin recurrencia", pueden reflejar 
tan sólo treguas temporales en la progresión de la enfermedad. Esta 
estabilización temporal de la enfermedad, si es que acaba ocurriendo, 
apenas dura como mucho algunos pocos meses. Lo típico es que el cáncer 
regrese, a veces con vigor renovado, y la supervivencia no resulte más 
larga tras esas intervenciones. Sin embargo, los ensayos en los que se 
informa en términos de surrogate end points pueden crear la ilusión de que las vidas de los pacientes desesperadamente enfermos quedarán alargadas de forma significativa, o 
que serán más llevaderas gracias a la quimioterapia, cuando en 
realidad no es el caso.

En resumen, lo que los autores declaran es:
"La introducción de quimioterapia citotóxica para tumores sólidos, y 
el establecimiento de la sub-especialidad de oncología médica, han 
sido aceptados como un avance en la gestión del cáncer. Sin embargo, a 
pesar de las reivindicaciones del principio señalando a la quimioterapia como la panacea en la curación de todos los cánceres, el resultado de la quimioterapia citotóxica queda limitado a pequeños sub-grupos de pacientes y ocurre principalmente en los tumores menos 
habituales".

Hilando fino...
Ante la naturaleza altamente polémica de los hallazgos de este 
estudio,  lo que cabría esperar es que hubiera recibido una vasta 
atención internacional. En lugar de eso, la reacción de los medios 
informativos quedó ampliamente limitada al país natal de los autores: 
Australia. El estudio casi no recibió difusión en Estados Unidos. De 
hecho, a pesar de que el documento apareció en diciembre del 2004,  
fue de escasa difusión incluso en los antípodas. Los autores fueron 
entrevistados por la ABC (Australian Broadcasting Corporation) para el 
programa Informe sobre Salud  en abril del 2005. Pero este decisivo 
informe no llegó a la atención de la mayoría de médicos hasta que un 
revista de práctica médica de gran difusión, el Australian Prescriber, 
escribió una editorial sobre el estudio a principios del 2006.

En el programa Informe sobre Salud de la ABC, el Profesor Morgan, 
principal autor del estudio, reiteró las conclusiones del mismo en el 
sentido de que la quimioterapia había sido sobre valorada, y señalaba 
al factor de que la reducción de riesgo relativo está siendo utilizado 
como criterio de eficacia, con sus engañosas diferencias de 
porcentajes elevados.
Como contrapartida, el moderador Norman Swan entrevistó al Profesor 
Michael Boyer, jefe de oncología médica del Hospital Australia's Royal 
Prince Albert de Sydney. Incapaz de negar la validez de los hallazgos 
esenciales del estudio, el Profesor Boyer intentó desprestigiar la 
metodología de los autores. Sugirió que la cifra de eficacia de la 
quimioterapia era algo más elevada de lo que el estudio concluía. 
Incluso así, cuando se le apremió dijo que la cifra más favorable que 
podía proponer era de que la quimioterapia realmente podía ser 
efectiva en un 5 ó 6% de casos (en vez de alrededor de un 2%).
Cuando fue entrevistado por el Australian Prescriber,  el profesor 
Boyer comentó igualmente:  "Si empiezas diciendo cuánto aporta la 
quimioterapia en las personas sobre las que realmente podrías 
utilizarla, las cifras suben hasta un 5% o un 6%" (Segelov 2006).

En mi opinión, esta puntualización se carga a la quimioterapia a 
través de una alabanza timorata. En realidad viene a confirmar el 
mensaje central del estudio de los tres críticos. Si la mejor defensa 
de la quimioterapia que la oncología ortodoxa puede aportar es que 
puede realmente ser efectiva sobre un 5 ó 6 % de pacientes con cáncer, 
en lugar de tan sólo un 2%, probablemente haya llegado el momento de 
una reconsideración radical sobre el extendido uso de esta tóxica 
modalidad de tratamiento del cáncer. Tanto la cifra del 2 como del 6% 
son un impacto para muchos de los pacientes a los que se ofrece este 
tipo de tratamiento, y debería generar serias dudas en las mentes de 
los oncólogos acerca de la ética de ofrecer la quimioterapia sin 
explícitamente alertar a los pacientes sobre sus pocas perspectivas de 
éxito.
Fue también sorprendente que el ortodoxo Prof. Boyer se quejara que 
uno de los mayores puntos flacos del estudio fuera que insistía en 
medir los beneficios absolutos en lugar de los relativos. Preguntado 
por el entrevistador si no existía violación de consentimiento 
informado implícita en la manera en que los beneficios del tratamiento 
se presentaban habitualmente, el Prof. Boyer defendió el uso de la 
reducción del riesgo relativo porque suena más impresionante:
"Uno de los problemas de este documento (Morgan ed.) es su utilización 
de los beneficios absolutos en vez de los beneficios relativos", 
protestó, "los beneficios relativos es casi una reducción de un tercio 
en su riesgo de muerte".
Desde luego esto es la otra cara del argumento que presentaban los 
autores del estudio, que demostraban claramente la engañosa naturaleza 
de la reducción de riesgo relativo como manera de describir la 
eficacia de la quimioterapia.
Surgen otros críticos...El profesor Morgan y sus colegas australianos no son los únicos que 
critican el extendido uso del riesgo relativo para inflar la eficacia 
de un tratamiento. En estos últimos años se han alzado otras voces en relación sobre esta 
tendencia.  Por ejemplo, en una carta al editor de la revista de 
práctica médica American Family Physician, James McCormack, Doctor en 
Farmacia y miembro de la facultad de Ciencias Farmacéuticas de la 
Universidad de British Columbia, hizo la misma observación en relación 
al riesgo relativo contra el riesgo absoluto, con gran claridad.
El Dr. McCormack tomó como ejemplo las recetas del fármaco 
bisfosfonato para el tratamiento y prevención de la osteoporosis? pero 
sus comentarios se aplican de forma idéntica a la utilización de 
fármacos anticancerígenos. La revista en cuestión había escrito que 
uno de estos fármacos obtenía casi "un 50% de disminución"? en el 
riesgo de nuevas fracturas. El Dr. McCormack, como si se dirigiera a 
un paciente hipotético, reinterpretó esta afirmación en términos de 
riesgo absoluto: "Sra. Jones, su riesgo de desarrollar una fractura en 
los próximos tres años es aproximadamente de un 8 %. Si se toma 
diariamente un fármaco durante los próximos tres años, este riesgo 
puede reducirse de un 8 $ hasta un 5%, o  sea una diferencia de apenas 
un 3%". Desde luego, esto suena menos impresionante que decir que el 
fármaco disminuye el riesgo de fractura a casi la mitad, incluso 
aunque ambas sean maneras matemáticas correctas de expresar el
beneficio a obtener con la terapia.
Las buenas y malas noticias...Las noticias relativas a los tratamientos convencionales del cáncer 
parecen ser de dos clases: buenas y malas. Las buenas noticias, en el 
sentido de que los tratamientos convencionales funcionan bien, a 
menudo generan una cobertura de prensa a nivel general, y 
declaraciones entusiastas por parte de los funcionarios sanitarios. 
Por otro lado, las malas noticias, del tipo de que los tratamientos 
convencionales generalmente han sido sobre publicitados, habitualmente 
vienen y se van pasando inadvertidas, sin merecer de cualquier manera 
la atención de los medios informativos.
Un ejemplo del primer tipo es el reciente anuncio de que por primera 
vez en 70 años, el número absoluto de muertes por cáncer en Estados 
Unidos había descendido. Andrew C. von Eschenbach, doctor en medicina 
y director del Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de EE.UU., denominó 
a esto "la noticia del momento". De igual manera, el Dr. Michael Thun, 
jefe de investigación epidemiológica de la American Cancer Society, 
dijo que era "un hito notable". En realidad, ¿cuán importante era este 
celebrado descenso? Tal como informamos en una carta reciente, la 
cifra real de descenso de muertes fue de 370. De las 557.272 acaecidas 
en el 2003 se pasó a 556.902 en el 2004. Expresado como un porcentaje 
del total, representa un descenso del 0,066 % (apenas siete centésimas 
por ciento).
Contrastando con esta cobertura desbordante de entusiasmo por tan 
diminuta mejora en el índice anual de mortandad por cáncer está el 
silencio casi total de los medios informativos (por lo menos en 
Norteamérica) sobre este estudio crítico australiano. Y sin embargo, 
nada puede empañar el hecho de que la quimioterapia, para más 
indicaciones, tiene mucha menos efectividad de lo que se hace creer al 
público. El Dr. Morgan y sus colegas merecen la gratitud de todos los 
lectores por haber sacado esto a luz para sus colegas de todo el mundo.
Ralph W. Moss, Ph.D.

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